Cristina Parra Aguirre. Enero 2011.
Ahora que estamos en
la Gran Fiesta de la Navidad y que vienen también los Reyes Magos, es común
escuchar por aquí y por allá, a un niño y a un adulto, a un hermano y a un
vecino, a un conocido e incluso a un desconocido preguntar “¿qué recibiste de
regalo?” Y pareciera una competencia de ver quién recibió el regalo más grande,
más novedoso, más costoso, más bonito, más espléndido…. Pero, realmente ¿cuál
será el mejor regalo?
Sin duda, el mejor regalo que
recibimos todos es el Niño Dios que se hizo UNO CON nosotros, no solo COMO
nosotros. Pero también hay otro regalo (u otros regalos) que nos fueron dados
hace algunos años pero que sin duda son el regalo más perenne, más especial,
más duradero, más querido, que no se gasta, no se rompe, no se pierde: Nuestros hermanos y hermanas.
Un hermano o hermana es nuestro
compañero de juegos, nuestro confidente, nuestro cómplice, nuestro mejor amigo,
quien nos enseña a andar en bicicleta, quien nos ayuda a levantarnos cuando nos
caemos, quien nos acompaña en las noches cuando tenemos miedo a la oscuridad,
quien nos consuela cuando sufrimos por una relación amorosa, quien nos impulsa
cuando estamos dudando al tomar una decisión, quien nos enseña de lo que somos
capaces porque nos CONOCEN. Un hermano o hermana es quien, en ocasiones, nos
presta dinero para salir de un apuro, que nos presta su ropa para ir a la
fiesta que tanto nos ilusiona, quien nos hace ver nuestros errores con mucha
humildad.
Papá, mamá ¿le quieres dar el mejor
regalo a tu hij@? Dale hermanas, dale hermanos. Las familias numerosas son inmensamente ricas, cuando tenemos más
miembros en las familias, las alegrías se multiplican exponencialmente, las
tristezas se dividen y se suavizan, las dificultades se comparten, el trabajo
se distribuye y las penas se hacen menos graves pues se comparten de corazón
entre los miembros de la familia. Nunca, nunca, será lo mismo convivir con un
primo, con un amigo o con un compañero de la escuela que con mi hermano o mi
hermana. Nunca será la misma satisfacción, la misma tranquilidad de abrir mi
corazón a mi herman@, que a una persona ajena a la familia.
Cuando alguien de la familia se
enferma, y son varios hermanos, se organizan y se dividen las “guardias”, los
encargos, los trámites. Si es uno solo o son pocos, se requiere pedir apoyo a
personas externas a la familia.
Actualmente
se ha extendido la mentalidad de que: “Pocos hijos para darles mucho”, “la
familia pequeña vive mejor” y los enamorados que planean casarse piensan
primero en la casa, el carro y el post grado que en los hijos.
Cuando
los cónyuges piensan con generosidad pero también con responsabilidad, con amor
pero con también con respeto, con ilusión pero también siendo realistas, saben
que tener más de un hijo hace que la familia sea más plena, más hermosa.
Mi
esposo y yo tenemos cuatro hijos: dos mujeres y dos hombres y considero que es
fabulosa mi familia, porque de esta manera conviven con alguien del mismo sexo
y al mismo tiempo con personas del otro sexo. Entienden la forma de pensar y
reaccionar tanto de las mujeres como de los hombres. Hay respeto, apoyo,
comprensión, cariño, solidaridad, amistad, colaboración, empatía, generosidad.
¡Viva la Familia! ¡Vivan los padres generosos! ¡Vivan los hermanos queridos! ¡Vivan
los primos, los tíos, los abuelos, los sobrinos..!