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viernes, 15 de febrero de 2013

Benedicto XVI se la juega


VIERNES, 15 DE FEBRERO DE 2013


Sus enemigos no lo habían pensado
Fuerzas hostiles sitian la Iglesia


Benedicto XVI se la juega

Por Carlos Caso-Rosendi
Esa infeliz cofradía que entre la gente se conoce como "el periodismo" ha dado pocos buenos frutos y no con mucha frecuencia. Entre sus muchos grupúsculos de especialistas, los observadores de los diferentes medios mundiales destacados en la Santa Sede son generalmente los que menos saben del asunto y mucho menos de la arcana vaticana. Lo que han venido reportando desde los dias del Concilio Vaticano II, que yo me acuerde, siempre ha sido lo inexacto, sesgado, falso o imaginario mezclado con alguna cosa que ha pasado y que se interpreta mal porque se conoce poco.

Entre los periodistas que estaban calentando la silla el día que Benedicto XVI anunció su renuncia, una—repito—una sola de estas personas entendía suficiente Latín como para salir precipitadamente de la sala y anunciar a su redactor que el Papa había abdicado. Los otros estaban en la luna y se enteraron más tarde cuando alguien les pasó la hojita de rutina con la traducción al inglés y al italiano. Claro, cuando salieron a la calle, el asunto ya era noticia hacia una hora y media.

Pero aparte de la incompetencia crasa que este pequeño detalle revela, digamos que muchos de ellos repitieron ad nauseam lo sorprendidos que estaban por esa decisión repentina del Pontífice. Se les había escapado que el Papa ya había conversado abiertamente sobre la posibilidad de su renuncia en varias ocasiones a lo largo de los años y hasta les anunció las condiciones en las que tal cosa pudiera llegar a ocurrir. Pero ellos estaban como siempre papando moscas y esperando el jugoso cheque que algunos de ellos reciben por ser destacados en la Sede Petrina. ¡Ah! Casi me olvido de recalcar que deben haber estado ocupados en tratar de averiguar "lo que realmente pasa" porque desde que Mario Puzzo lo sugirió, se sabe que las cosas que realmente importan en el Vaticano siempre pasan entre bambalinas.

En su despedida de ayer el Santo Padre tocó el tema de su renuncia y sus ramificaciones políticas. Nos habló de como se presenta al último Concilio en los medios de información mundiales y cómo ello ha contribuido a la crítica situación por la que la Iglesia viene atravesando de los años sesenta. Los medios progresistas y los miembros progresistas de la curia—que este, su servidor, admite catalogar como miembros co-laborantes de la herejía modernista—son las fuerzas que mantienen el sitio a la Iglesia. Me recuerdan el texto del Apocalipsis que reza "rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada..." porque para ellos la Iglesia Católica es el foco en el que concentran una agresión desinformatoria constante. Benedicto heredó el gobierno de esa Iglesia sitiada y casi todo lo que ha hecho apuntó a reforzar las defensas dentro del poco espacio de maniobra que le dejaba una curia vaticana que, a veces no pudo ni siquiera disimular su hostilidad para con nuestro Papa.

Es un error pensar que esas fuerzas son indiferentes a la Iglesia porque no lo son. Para ellos la Iglesia es un enemigo que debe ser eliminado. Los que desde adentro tratan de apaciguarlos, con cambios y rumores de cambios, en la dirección del progresismo están alimentando a sus propios futuros sicarios. Esta nueva herejía que no es religiosa, aunque se presenta con todos los elementos distintivos de una religión, este Leviatán humanista-secular que tiene mil formas y mil nombres quiere sentar a su dios en el trono de Dios en la esperanza de que así se corten las ataduras sobrenaturales con las que Dios ha estado siempre amorosamente unido a la humanidad.

Por ser ciegos y guías de ciegos se han perdido el anuncio, que venía sonando desde hace al menos tres años, mientras ellos leían la borra del té para adivinar maliciosamente desde el Trastévere lo que traería flotando el Tíber la semana próxima. Y por esa misma razón se van a perder algo mucho más importante—no hay peligro que lo diga yo aquí porque ellos no me leen ni por error—y este hecho fundamental es que la situación de la Iglesia ha madurado hasta alcanzar una proporción de malicia y peligro que supera la capacidad de maniobra política o pastoral del Vicario de Cristo. Lo que Benedicto enfrenta es algo que tiene dimensiones místicas, por no decir apocalípticas. Y para esto la fórmula del Señor todavía vale ¡Qué digo!¡Vale hoy más que nunca! El consejo divino que Benedicto ha escuchado es: "A esta clase de demonios, no se los puede expulsar sino por medio de la oración y del ayuno." Y por eso ha decidido dejar el día a día para ser un Papa que reza y ayuna en la soledad del claustro. La opción nuclear que nuestro Enemigo más teme, es la que Benedicto ha optado por usar. Ahí ha dejado para otro las formas del papado que son más exteriores, el Papa como Icono de la Fe, como Pastor de las almas, como Gobernador de la Curia, Regente de la Liturgia, etc. No en vano lleva el nombre del fundador del monasticismo europeo por propia decisión. Nuestro Papa entiende que debe usar sus últimos cartuchos sabiamente y pasa el bastón de mando a quien tenga la energía y la juventud necesarias para llevar el día a día. Benedicto, con este gesto no se resta de la Iglesia, se multiplica por dos.

En su propio y personal Getsemaní, Benedicto se enfrenta a las fuerzas del mal en un mano a mano de dimensiones universales y épicas. Pudo haber permanecido al timón como Juan Pablo II pero el riesgo es cierto que, una vez debilitado y rodeado de fuerzas hostiles, alguna eminencia gris lo use para efectuar otra voluntad ajena y contraria a la voluntad del Padre. Eso lo aprendió sufriendo la resistencia a sus valientes instrucciones para lidiar con los escándalos bancarios, los abusos sexuales por sacerdotes, la crisis litúrgica, etc. Todas y cada una de sus iniciativas fueron recibidas con evasivas y obstáculos. Y antes de que alguien piense "pobre Benedicto" les recuerdo que este hombre sí es el mismo que al que antes llamaban Das Panzerkardinal. Miren con cuidado a la fuerza que descansa, como la gravedad de los planetas, en el fondo de esos ojos azules: es la fuerza de Cristo, la misma fuerza que mueve el universo, algo que no es de este mundo pero que de alguna manera está en el mundo. El ha sufrido en su envejecido cuerpo de gentil profesor, las vilezas y los golpes más arteros, como el robo perpetrado por uno de sus subordinados más cercanos, como aquel que mojaba el pan en el plato con el Salvador.

Este asunto no es una nadería, esto no es cosa de correveidiles y corresponsales. Los papagallos de la prensa vaticana no tienen ni idea de las fuerzas que se mueven a dos centímetros de sus narices. Por eso Sandro Magister—un respetable vaticanista y uno de los pocos buenos en ese duro oficio— dijo en su artículo de ayer: "La suya es una apuesta sobrenatural que recuerda la de su predecesor Juan Pablo en los últimos, dolorosos años de su vida." Y creo que puedo entender ese lado del gambito papal: mejor que entregarse en su debilidad física o mental a los manejos de la burocracia vaticana, es pasarle la pelota al Cónclave Cardenalicio cuyos miembros han sido elegidos por Juan Pablo II y por él mismo. Ellos pueden elegir un Papa joven que mantenga la Iglesia entre sus dos columnas vitales: Nuestro Señor Eucarístico y la Santísima Virgen. Entretanto Benedicto rezará por el Romano Pontífice que lo suceda y por las fuerzas del bien que esperan la batalla en ciernes, la batalla por el mundo que fue ganada un Viernes Santo a la tarde en el Monte del Calvario y bien puede terminar un Domingo de Resurrección en la Colina Vaticana. Oremos con él, nuestra liberación está un día más cerca que ayer.